AL PRESBITERIO Y AL PUEBLO DE DIOS
DE LA DIÓCESIS DE SAN CRISTÓBAL.
¡SALUD Y PAZ EN CRISTO SEÑOR!
La misión evangelizadora de la Iglesia centra todo su esfuerzo en el anuncio de Jesucristo, Salvador. La Persona de Jesús es la razón de ser de la vida de todo creyente, quien, por el bautismo, se convierte en discípulo suyo, hijo de Dios Padre y templo del Espíritu Santo. Aceptar el Evangelio y optar por Jesucristo introducen al cristiano en el camino de la novedad de vida (Rom 6,4). Para sostenerse y mantenerse en él, el discípulo de Jesús se alimenta con la Palabra, la Eucaristía (y los otros sacramentos), la oración y la comunión con los pastores y hermanos (cf. Hech. 2,42). Signo claro de la identidad del discípulo de Jesús es la práctica del mandamiento del amor fraterno (Jn 13, 35).
Por otra parte, el creyente no vive de manera aislada ni individualista su fe, sino en comunión de la Iglesia. Además, en ella, coopera con el anuncio del Evangelio, de lo cual nadie está eximido. Como consecuencia de lo anterior y por especial vocación del Dios Uno y Trino, el creyente está llamado a la santidad y a invitar a otros a ésta. Para ello y así conseguir la plenitud de santidad en la vida eterna, durante su existencia terrena, todo creyente está convocado a un encuentro personal y comunitario con Cristo y ser testigo convincente de su Evangelio de salvación.
Como nos enseña Pablo, hemos sido revestidos de Cristo y debemos tener sus mismos sentimientos. Esto hace posible el encuentro con Él y el testimonio de vida evangélica. El mismo Pablo nos da la clave para ello: “No soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20).
Muchos son los medios presentados por la Iglesia para profundizar en esta realidad: desde el anuncio explícito del Evangelio y la celebración de los misterios de la fe hasta las manifestaciones de la piedad personal. Dentro de estos medios, la religiosidad popular ocupa un puesto particular ya que es un regalo del Espíritu Santo. También el justo, adecuado y oportuno culto a las imágenes constituye una ayuda a la devoción cristiana y a la imitación de las virtudes de quienes son representados en ellas.
La Iglesia siempre ha reconocido la legitimidad del culto a las imágenes. El Concilio de Trento afirma que constituyen un precioso alimento de la piedad cristiana. Las imágenes del Señor, de la Virgen María y de los Santos se veneran. Los católicos no adoramos imágenes: ellas nos recuerdan la Persona de Cristo, de la Virgen María y de los Santos para imitar sus enseñanzas y virtudes. Es claro que el culto de las imágenes, por tanto, no es absoluto, sino relativo, pues no se le da a la imagen en sí, sino que se dirige al Santo a quien precisamente la imagen se refiere. Por eso, la Iglesia, Madre y Maestra, advierte y aclara ante las desviaciones en el culto a las imágenes y condena los abusos que se puedan cometer.
En muchas de nuestras comunidades se conservan y veneran imágenes con un particular valor histórico, artístico o cultural. La Iglesia muestra una especial atención hacia ellas. Sin descuidar dicho valor, busca desarrollar una catequesis a partir de ellas para el pueblo de Dios. Constituyen un ICONO cuyo mayor valor será siempre la realidad de gracia que representan. La Ley Universal de la Iglesia manifiesta su interés por dichas imágenes (cf. canon 1189). De igual modo prescribe que para una eventual restauración de las mismas se requiere la autorización del Obispo diocesano, quien consultará con personas entendidas en la materia antes de darla por escrito. Así lo asumió nuestra DIOCESIS DE SAN CRISTOBAL en el n. 805 de sus ESTATUTOS SINODALES. La mencionada consulta debe incluir, si fuera el caso, las recomendaciones sobre quién ha de hacer la restauración, el lugar para ello y los recursos para lograrlo. De igual modo debe acudir a los órganos oficiales y privados que se consideren oportunos para una acción y asesoría integral.
En nuestra tierra tachirense, junto a otras importantes devociones, desde hace más de 400 años, se venera la hermosa imagen del SANTO CRISTO DE LOS MILAGROS en La Grita. Se ha convertido en el Ícono que atrae multitudes de peregrinos de todo el país y de más allá de las fronteras patrias. En los últimos años, por el empuje evangelizador que dinamiza a nuestra Diócesis de San Cristóbal, a lo largo de todo el año y, de manera especial, en torno al 6 de agosto, cuando se celebra su fiesta, ha crecido considerablemente el número de los fieles devotos que acuden a La Grita para aumentar su fe en el Hijo de Dios, darle gracias por los auxilios recibidos, implorar su protección y ayuda ante variadas necesidades y, sobre todo, para manifestar públicamente que quien es representado en la hermosa talla del Cristo del rostro sereno es de verdad el principio y el fin, el centro de la vida cristiana y eclesial, el mismo ayer, hoy y siempre.
Los diversos mensajes, dados con ocasión de la fiesta y de la devoción al Santo Cristo, invitan a todos a no quedarse en los actos externos de culto y piedad. Antes bien, se dirigen a motivar un compromiso eclesial y cristiano: a la conversión personal y a la reafirmación de la vocación de ser ejemplos de vida cristiana a través del testimonio de cada creyente. Los brazos abiertos de la imagen del Cristo amoroso nos hablan de la misericordia y del perdón de Dios; a la vez, nos alientan a imitarlo siendo hombres y mujeres con un corazón dispuesto a perdonar, reconciliar y edificar el reino de Dios, de justicia, paz y amor.
Con el mensaje brindado por el Santo Cristo, evangelio de siglos para cada uno de nosotros, podemos y debemos tomar conciencia de la tarea de hacer de La Grita y del Táchira una tierra fecunda en obras del Espíritu, donde hacemos brillar la luz del Redentor, la cual ilumina las sendas de la salvación que hemos de recorrer. Con esa luz, además de los pecados individuales y personales, podremos desterrar las tinieblas del pecado social con sus nefastas consecuencias: entre ellas el aborto, el narcotráfico, el lavado de dinero, el individualismo, el mercantilismo, la usura, el contrabando, la descalificación de las personas, el menosprecio de la dignidad humana, el chisme, el tráfico de personas, la delincuencia, el soborno, el relativismo, la violencia…
Para una mejor atención a los peregrinos y fieles devotos, se ha construido un hermoso santuario. Además de un adecuado asesoramiento y consultas hechas en diversos momentos sin excluir a nadie, se tomaron en cuenta los criterios propuestos por la Ley Universal y las enseñanzas de la Iglesia. Junto a sus instalaciones ya ha comenzado a funcionar la CASA DE FORMACION SAN JUAN PABLO II, de nuestro Seminario Diocesano. El santuario no se limitará a acoger a peregrinos y fieles devotos sólo durante los días de la festividad del Santo Cristo; antes bien, en todo momento, junto a encuentros y jornadas de oración, retiros y reflexión, ya se está elaborando un cronograma especial para que cada parroquia de nuestra Diócesis asista en forma de peregrinación en la fecha que le corresponda.
A su debido momento será trasladada la venerable imagen del Santo Cristo de los Milagros de La Grita a su nuevo santuario. Pero, dada su condición de talla secular, es preciso conocer de primera mano y de parte de serios especialistas tanto la realidad de su estado actual, así como la necesidad de alguna intervención para una eventual restauración. Este trabajo debe ser realizado por especialistas calificados, quienes además darán las recomendaciones para su protección, cuidado y mantenimiento de la imagen en el nuevo santuario.
De acuerdo a lo establecido en el canon 1189 del Derecho Canónico, el Obispo Diocesano, luego de oír al Colegio de Consultores de la Diócesis, constituirá una COMISION que brinde sus orientaciones, tome contacto con aquellas instituciones públicas y privadas que puedan dar sus opiniones de carácter científico y asumir, si fuera necesario, la realización y vigilancia de una eventual restauración. Si ésta hubiera de realizarse, se hará en la misma ciudad de La Grita, bajo la supervisión del Obispo y de la Comisión a designarse.
Con el fin de apoyar esta tarea, se requiere también la oración a fin de implorar a Dios las luces necesarias para quienes tendrán la delicada misión a encomendárseles. Ello conlleva, a la vez, pedirle a Dios nos siga concediendo su gracia para continuar siendo cristianos capaces de contagiar, desde La Grita y el Táchira, la fuerza del Evangelio con el testimonio del amor que todo lo puede. Así, con decidido animo apostólico dejaremos de lado cualquier actitud negativa y maledicencia, toda acción destructiva de la concordia y la comunión, para hacerle sentir a todos en Venezuela y en el mundo, que los cristianos del Táchira somos imitadores de Cristo: ponemos en práctica su Palabra y hacemos del amor la carta de identidad como discípulos suyos.
Imploro la protección del Santo Cristo de los Milagros en La Grita y la maternal intercesión de María del Táchira, Nuestra Señor de la Consolación, para todos nosotros
Con mi cariñosa bendición,
+Mario Moronta R., Obispo de San Cristóbal.
San Cristóbal, 28 de octubre del año 2014, Festividad de San Simón y San Judas Tadeo, Apóstoles de Jesucristo.